" De mis cien viajes por el mundo, el más corto, reciente y fantástico, lo hice este viernes, aquí, cerquita. Un cuarto de hora en que observé y tanteé in situ secretos y peligros del colon. Despejo la lógica confusión que genera el anuncio. No me refiero ni al teatro ni al descubridor. Reitero. Dije "del colon". Viví mi curioso suceso gracias a uno de esos bellos disparates de la realidad que embellecen la vida trocando costumbre en asombro. Y en mi caso, hasta elevó mi autoestima pues me hizo sentir más responsable que antes de mi encuentro con un llamativo cartel que me motivó desde el vamos. Fue así que seguí unas flechas, atravesé un jardín de Arenales y Callao, y esperé unos minutos que fueran las 14. Y a esa hora, ¡créase o no! fue que traspuse un hueco de dos metros de alto y entré (de hecho lo viví así) en uno de los más recónditos sitios de mi mismo: ¡mi intestino delgado! Vivido como lo cuento (sic) resultó emocionante y aleccionador. Dada mi talla (1,94) mi testuz rozaba la húmeda y pilosa piel del tubo enrrollado por donde infinitos desayunos, almuerzos y cenas han pasado. En ese espacio me sentí como Jonás en la ballena. Mis pies pisaban la mucosa ondulante que por donde mirase mostraba paredes rosadas limpias de adherencia alguna. Las toqué: eran gomosas y elásticas. Pero al encarar la primera curva advertí claros signos de peligro. Una rugosas esferas parecidas a erizos cubrían el techo, paredes y piso de lo que ahora se me pasaba a informar desde una pantalla, era el tramo colonrrectal de mi viaje.
Olvidé decir que no estaba solo. Iban conmigo cinco personas más y el guía (un Virgilio de ocasión que nos mostraría el Infierno a evitar) desgranó los datos necesarios. Informó respondió, y previno. A medida que nos iba dando números de susto, desprendía (como si fueran duraznos o pomelos) los erizos/pólipos adheridos con velcro a la "mucosa". Un momento clave en este Viaje a las Tripas de Uno Mismo organizado por el Hospital Alemán en el ajardinado "corazón de manzana"con que cuenta. Objetivo: prevenir el cáncer del colon rectal.Confieso que gocé del simbólico viaje y que lo sentí tan real como cuando de adolescente emprendí el "Viaje al centro de la Tierra" de Julio Verne (y una madrugada aparecí en Perú). Aunque no tanto como para temer que la visita al colon me pusiera ante la peripecia final de ser evacuado como un excremento más (pero esta vez con yo entero) al trasponer el aro gomoso del final del recorrido. Aquí no hay dudas. Bien que se sabe. "Aquella hendida y rosada y noble y doble parte del organismo en la que la espalda pierde su honesto nombre" como Camilo José Cela quiso edulcorar (con ironía) al muy mentado bisílabo que mucho mejor suena como "culo".
Ya cruzado un supuesto esfínter y devuelto al mundo, una enfermera me llenó de datos, consejos y folletería. Seis mil personas mueren por año ( 17 por día) de cáncer colorrectal, siendo la segunda causa de muerte por cáncer en nuestro país. Lo más serio es que, debido a la falta de información, solamente el 10 por ciento de los 11.000 nuevos casos anuales, son detectados a tiempo para poder prevenirlos. Lo positivo de estos pólipos es que su desarrollo hasta su progresión al cáncer lleva entre 8 y 10 años. Esto significa que el tiempo que nos da el cáncer de colon para hacer diagnóstico y prevención de la enfermedad, es mucho. Que bastaría agendar una cómoda cita anual para tenerlo bajo control total.
Queda por contar que al interés personal que me empujó a una travesía por geografía tan propicia a lo escatológico se sumó otro, bien profesional. Es que, abrumado que está uno por el mal humor del poder, me resultó inevitable tratar de averiguar en que medida un Colon Irritable puede influir en la historia de un país. En que alguien se meta una república en el bolsillo o lo tenga a un gobernador como perro en cancha de bochas. Pero de eso, nada. La medicina solo se ocupa de curar."
Esteban Peicovich
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