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sábado, 27 de septiembre de 2014


"No tienes que leer a Freud para vivir en un mundo donde Freud es importante o para pensar de manera freudiana""Todo lo que necesitas es consumir cultura popular masiva producida desde mediados del Siglo XX en adelante.Freud tuvo la ventaja de ser un escritor extremadamente bueno, que ilustraba el psicoanálisis con referencia a la obra de grandes artistas, como Shakespeare, Dostoyevski y Leonardo da Vinci.

Stefan Marianski, de la Casa Museo Freud, en Londres


"la razón por la cual Freud se convirtió en semejante fuerza cultural es que llegó a la cultura popular a través del cine".

 Oliver James

"Creo que mayormente tenemos sólo una idea vaga -quizás defensivamente vaga- de lo que Freud está diciendo, especialmente porque en el campo de la cultura popular su trabajo ha sido procesado para suavizarlo, hacerlo más aceptable, reducir su perspicacia, su complejidad -y, supongo, su dificultad- y convertirlo en una fantasía acogedora y tranquilizadora"

Nicholas Ray, catedrático de la Universidad de Leeds


Las frases de Sigmund Freud que usamos sin darnos cuenta

martes, 9 de septiembre de 2014


"Es algo sin lo cual podemos vivir. De hecho, la linterna me causa preocupación porque es incómoda de llevar y se estropea con frecuencia. Mi pregunta es si nos puede mejorar como personas".

"El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere, sino querer lo que se hace."

"Todas las obras, para ser buenas, deben brotar del alma del autor."

"En el recuerdo, un día ocupado es igual a tres días de ocio."

"Reglas para el desarrollo de la actividad física: Regla 26, inventa la mayor cantidad posible de ocupaciones. Regla 27, no tengas sirvientes."

"Escribir a lo largo de la vida un buen libro es más que suficiente. Y también leer uno."

"Debo acostumbrarme a que nadie nunca me comprenderá. Este deber ser el destino común de la gente difícil."

"Es triste constatar que no he sido capaz de soportar la felicidad, como no era capaz de soportar la infelicidad."

"Quien tiene dinero, tiene en su bolsillo a quienes no lo tienen."

León Tolstói (1828-1910)

jueves, 4 de septiembre de 2014



" ... Sin saberlo Cerati fue un hijo pródigo de Cicerón, que veía a la gratitud en la columna de las virtudes que se alzan sobre los vicios, nacidas de cierta aparente inclinación natural a amar y apreciar a quienes nos rodean.

  La frase de Cerati no sólo amplía nuestro vocabulario, sino también nos ofrece la posibilidad de ser libres. Sobre todo si entendemos, como Stalin, que la gratitud es una enfermedad propia de los perros, y que ser agradecido no siempre es una virtud. En Cartas a un joven disidente, Christopher Hitchens pone a la gratitud cerca del estado de adoración incuestionable de las religiones, que conjuran un mundo de conformismo: el agradecido comprende al otro, se integra, se somete al gregarismo —un dios nos castiga por algún tonto vicio humano, y nosotros lo agradecemos—

Por eso dar las gracias está bien, pero obviarlas también es señal de buena salud. Si la modernidad fundó el pensamiento ingrato, la posmodernidad decidió que no había que respetar ninguna herencia, incluida la vida en sociedad. El uso demagógico de la gratitud es moneda de uso común entre las mafias, los narcos, los malos políticos y gente como el cantante de cruceros Silvio Berlusconi. Para ellos repartir favores es una forma de cosechar lealtad, una cárcel para la voluntad ajena: hacer al otro sentirse comprometido. Un gracias que todo lo da, como el de Cerati, alcanza para saldar cualquier deuda.

En el futuro, las gracias ceratianas perderán la capacidad de evocar —y agradecer. El tiempo también hará con ellas lo que hace con nosotros, desgraciados carnales, y les limará el sentido porque —se sabe— el uso desgasta, y el agradecimiento es también un jabón. En verdad, lo que tienen de buenas esas gracias es su valor espectacular pues nadie muestra gratitud a diario con profundidad.

Hemos hecho del agradecimiento un trámite. Escupimos las gracias unas veinte veces al día, y, desprovistas de todo contexto, livianitas y traslúcidas, las volvemos una palabra comodín, un mecanismo reflejo. Así de despintadas van igual al médico que sacó el tumor maligno como al verdulero que con su poder olímpico nos da las manzanas sin machucones, a quien nos cede su sitio en el bus como al burócrata que —porque debe hacerlo— sella por fin el documento que había cajoneado por siglos. En el pasado, las gracias exigían una reverencia profunda: el agradecido doblaba el cuerpo y agachaba la cabeza, y exhibía la nuca y perdía contacto visual con el otro. Así, indefenso, a la merced de alguien que podía portar una espada impaciente, demostraba su sinceridad.

Hoy ya no se agradece como galantes caballeros de salón y —la verdad sea dicha—, señora, nuestra relación con las gracias es más pedestre que trascendental. Ya no ponemos la cabeza —ya no la ofrecemos— por gratitud; ahora es una torcedura de cuello mínima, como si reconocer al otro supusiera un esfuerzo desmesurado. Agradecemos de paso —por e-mail, con twits, en chat y con mensajes de texto— en un procedimiento de forma aplanado por la velocidad. Las gracias son, a menudo, algo parecido a rascarse los ojos al despertar, bostezar o meterse un dedo en la nariz: acción inconsciente, costumbrismo, vapor. Algo así sucederá con las «gracias totales» de Cerati. Se perderán los colores, se volverán un trapo viejo; el eco de su autoría se acallará, y aparecerá, al fin, la sorna. Alguien, alguna vez, recordará que Soda Stéreo, una banda gasífera y estereofónica abrazó la gratitud absoluta, pero para la mayoría esa despedida de Cerati será sólo una frase de fama incomprensible e inmerecida. Las gracias totales serán, al fin, lo de menos.

Mientras, haremos bien en practicarlas a conciencia, eligiendo momento, pompa y circunstancia y tomando distancia de la gratitud indiscriminada, sin peso ni forma. El agradecimiento honesto es y debe ser un acto consciente en el que decimos más que palabras. Para agradecer hay que poner el cuerpo y hacerse cargo de su peso. Cerati, por conciencia, oficio, o vaya a saber uno qué, lo intuyó. El cierre de aquel show de Soda en River Plate no exigió palabras posteriores: Cerati dejó el futuro en nuestras manos en el punto final que siguió a las «gracias totales». Cerati culminó una historia sin guardarse nada para sí: agradeció todo. Soda, la mayor banda de la historia del rock en español, quedó en nuestras manos porque siempre estuvo en ellas.
En la aceleración líquida de hoy, el agradecimiento se parece cada vez más a un freno en el ciclo, basura innecesaria en el buzón de correo atestado. Pero no lo fue aquella noche veloz de Buenos Aires ni con una banda «de música ligera» celebrándose a sí misma. Entonces Cerati rompió cierto molde.

Una estrella de rock beligerante que agradece pierde algo de su brillo contestatario, empieza a apagarse. Pero hay mérito cuando un virtuoso de ego oceánico que no tiene rebeldías pendientes es capaz de echarse encima la tela de la humildad para reconocer el préstamo social de la fama. Sí, mamá, es lo que corresponde, pero el agradecimiento no es una axiología. Cerati, un ídolo del rock latinoamericano, podría haber exigido en aquella primavera argentina sacrificios al pie del escenario, pero si el agradecimiento es función de la humildad, entonces sus gracias totales fueron una exhalación redentora.

 La palabra «eucaristía», después de todo, significa acción de gracias, y la conclusión de la ceremonia que lo convertiría en mito fue incuestionable. Unos segundos antes de la unción, en la última estrofa de la última canción, Gustavo Cerati cantó que de aquel amor «de música ligera, nada nos libra, nada más queda», la guitarra hizo chan-chan y la multitud se abrió para él. Entonces el divo dio un paso adelante, se entregó en gratitud a sus devotos y abrió los brazos en cruz."

De Nada

martes, 2 de septiembre de 2014

"En la manera en la que el ser humano es manejado por los centros de poder y por los centros económicos, antes era necesaria la represión en estos casos. De todos modos sigue existiendo la represión, pero ahora los mecanismos son mucho más sutiles. Se trabaja mucho con la persuasión, se dice que estamos en la era de la seducción. En un juego muy perverso de seducción y amenaza.
Por ejemplo, ¿cómo se impuso la globalización en el mundo? Cuando la globalización comenzó a ser enunciada, particularmente a partir del discurso de El fin de la historia, de Francis Fukuyama. La presencia de ese nuevo orden apareció como la culminación de la evolución ideológica del hombre, como la culminación del desarrollo social del ser humano. Y fue anunciado como un mundo que iba a ser progresivamente un mundo feliz. La sociedad del cumplimiento de los deseos que anunciaban los autores de la posmodernidad, donde se aplanaban los conflictos y sólo iba a perdurar el constante progreso.

 -A principio de los años 90, lo nuevo aparecía como lo absoluto y seductor. Pero detrás de esa seducción latía una amenaza: Si uno no se incorpora a lo nuevo, ¿qué es? Obsoleto, dinosaurio, desechable, "descartable". Este nuevo orden es triunfalista porque hay expansión del sistema capitalista y de los mercados, y aparece como un mundo potencialmente feliz. Pero para poder desarrollarse replantea una reorganización de la producción que deja afuera a un 30 por ciento de la población económicamente activa del mundo. Y así se produce una precarización laboral, y al ser el trabajo un ordenador psíquico y social, se instala en el mundo un horizonte de amenaza. Si hay un tercio de la gente en el mundo que queda fuera de la producción y si en la Argentina un 60 por ciento de las personas hoy teme perder su trabajo, hay una vivencia de amenaza que conduce a otro sentimiento angustiante, que es el temor de inexistencia. Es temor a no tener ninguna significatividad por desinserción social.

-Estas son vivencias profundamente dolorosas para el ser humano, que implican una precarización de la vida social. Si vamos a las patologías, la Organización Mundial de la Salud ya en 1994 decía que la pobreza es el factor principal de enfermedad en el mundo. En el plano de la salud mental, la depresión y la ausencia de proyecto son los factores fundamentales de patología mental y en crecimiento exponencial. Por otro lado van apareciendo patologías concomitantes, como el síndrome de pánico, que ha sido muy estudiado por los norteamericanos.

-Es un cuadro que está dentro de un tipo de fobia y es la expresión del síndrome de pánico. Tiene un altísimo crecimiento en nuestra sociedad.Tiene que ver con tratar de adaptarse coherentemente al medio y en realidad es una sobreexigencia y una sobreadaptación. En una sociedad tan ferozmente competitiva, el terror de inexistencia hace que el sujeto trate de dar una respuesta adecuada y no puede. El costo es tan grande que en un momento hay un quiebre. Por supuesto que hay una multiplicidad de causas, pero éste es un factor de alta incidencia.

-La depresión, que tiene que ver con la pérdida de lugares, o el temor a la pérdida de lugares. Y hay en estos casos una "ausencia de proyecto". ¿Qué niveles de garantía y estabilidad hay ahora para elaborar un proyecto, que es un sostén interno para el lanzamiento vital?

 El ser humano, que es un ser de crisis, las vive con naturalidad y son posibles porque existen ciertos referentes internos y externos que nos ofrecen sostén. Algo que ha pasado con las crisis en el mundo es que las instituciones se han derrumbado, hay un colapso de los referentes y lo que queda es un malestar en la cultura -ahí sí nombramos a Freud- que es la fragmentación de los lazos. Este nuevo orden mundial colocó centralmente en la vida social la institución del mercado. Esa institución dice "el otro no es mi semejante, sino un rival por excluir o destruir." Y esto, que uno puede entender en una lucha de corporaciones, se va interpenetrando en las relaciones entre las personas, y se va produciendo un distanciamiento entre ellas. Esto empezó a manifestarse a fines de los años 80 con claridad. Además, sobre el discurso de Fukuyama se van a entrelazar discursos como El fin del trabajo , de Rifkin, con esa propuesta particular de evitar los estallidos sociales haciendo que cubran el trabajo social quienes están sin trabajo. El del horror económico, el paradigma tecnológico, el discurso de Vargas Llosa, que dice que la globalización es tan infalible como la ley de la gravedad...."



Ana Pampliega de Quiroga

lunes, 1 de septiembre de 2014


¿Cómo ve este país?

Con serias preocupaciones en todos los sentidos como Estado, como sociedad. Como democracia que debe defender a los ciudadanos de uno en uno por encima de cualquier cosa y por tanto con una sanidad justa, una enseñanza obligatoria, gratuita y para todos, y una justicia rápida y eficaz, lo veo con suma preocupación. Si realmente se han aplicado los métodos para conseguirlo,lo que veo cada día me tiene absolutamente aterrado, desconfío de la especie humana y no me siento nada partícipe del proyecto de futuro. Creo que el miedo está haciendo mucho daño a la sociedad, le impide organizarse y habrá que plantear las cosas de otro modo porque, si no, esto es como una riada, puedes ponerle todos los muros que quieras al río, pero cuando llueve fuerte, el río baja por allí y el muro se va a tomar por culo.

Joan Manuel Serrat