Huyen de mí los que una vez me buscaron
Con los pies descalzos, rondando mi cuarto.
Los he visto amables, dóciles y mansos
A quienes hoy son fieros y ya olvidaron
Que una vez ellos mismos peligraron
Por tomar pan de mi mano; hoy merodean
Rebuscando afanosos, en variedad eterna.
Había sido distinto, por fortuna,
Más de veinte veces, y en especial una:
Con fino vestido y hermosa apariencia
De los hombros cayó su vestimenta;
Me tomó entre sus brazos, largos y etéreos,
Y al tiempo me besó, muy dulcemente,
Susurrando, “Amor mío, ¿os apetece?”.
Estaba despierto, no fue una ilusión.
Mas todo ha tornado, por mi nobleza,
En una extraña forma de traición;
La he dejado ir, con su gentileza,
Y buen uso haga de su ligereza.
Mas puesto que tan bien tratado he sido,
Quisiera saber lo que ella ha recibido.
Sir Thomas Wyatt