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lunes, 15 de enero de 2018

Annus mirabilis



Se cumplen cien años de la publicación, de Ulises la novela del escritor irlandés James Joyce sigue despertando pasiones encontradas y sumando nuevas traducciones. Joyce (Dublín, 1882-Zúrich, 1941), un fanático de las listas y los inventarios que anotaba frases escuchadas al azar para incorporarlas en sus páginas, no era un genio inocente al que le salieran obras maestras porque sí.

La escritura de Ulises le llevó por lo menos ocho años y tres ciudades de residencia (Trieste, Zúrich y París). En un principio era un cuento que pensaba incorporar a Dublineses(1914), su primer y único volumen de relatos, pero pronto la narración fue ramificándose monstruosamente.

La historia de un día en la vida de Leopold Bloom, un hombre común, resultaba el atajo ideal para reconstruir de manera obsesiva la ciudad que el mismo Joyce había abandonado a los veinte años, volverla universal con un sinfín de guiños y alusiones y, al mismo tiempo, dar vía libre a múltiples modos de narrar. Joyce le confesó a uno de sus jóvenes colaboradores -como cuenta su biógrafo Richard Ellman- que había metido tantos enigmas y rompecabezas en la novela que iba a mantener ocupados a los profesores durante siglos.

Ese era, agregó, su principal pasaporte a la inmortalidad. Más allá del alarde, el escritor irlandés también quería cosechar, de todas maneras, un poco de gloria en vida. Aunque la novela tuvo inmediata repercusión, y él fue considerado un genio inmediato, nadie parecía dar críticamente en el clavo; Joyce le pidió a T. S. Eliot que escribiera un gran artículo y más tarde, para acelerar la tarea, permitió que a manos de su confidente Stuart Gilbert llegara un útil esquema explicativo de su puño y letra. El estudio del crítico sobre Ulises, publicado en 1930, fue clave para todos los estudios joyceanos por venir

 Un clásico más vivo que nunca

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