Yo, Alfredo Serra, nací en Buenos Aires. Olvidemos el año. Fue un 29 de mayo. Bajo Géminis, por si algún lector cree en los horóscopos. Salvo un remoto pasado bancario, nunca fui otra cosa que periodista. De gráfica (periodismo escrito): de los casi cero mediáticos. Todo –elogios y puteadas– vive y muere pronto entre las paredes de una redacción. Nunca quise otra cosa, pese a tentadoras ofertas para poner cara y voz. Será mi zona neurótica… Mi currículum, a pedido de la universidad (UCA) en la que fui profesor durante veinte años, tiene siete mil caracteres. Como diría mi amado Borges, “un abuso de la democracia”. Y un pelotazo para el lector. Barrio natal: Núñez. Dato irrelevante: todos nacimos en un barrio. Mi oficio implicó varias vueltas al mundo. Algunas, en exóticas latitudes. Me preparé para ser crítico de cine y teatro, pero el naipe y/o el destino me lo negaron. En verdad, lo agradezco. Gané algunos premios: mejor nota escrita, mejor columna, mejor investigación. Acaso merecidos. Pero sin olvidar las ácidas palabras de Conrado Nalé Roxlo, exquisito poeta y periodista. Un día, sin conocerlo, en la biblioteca de Argentores, le pedí un cigarrillo. Respuesta: “¡Cómo no, mi amigo! En este país, un cigarrillo y una faja de honor de la SADE no se le niegan a nadie”. Casi todo lo demás, esta aventura memoriosa que Planeta me hizo el honor de editar, transcurre en estas páginas. Si alguna asombra, hace reír o derramar una furtiva lágrima, me doy por muy bien servido. Chau.
Alfredo Serra
QEPD