A través de expresiones impactantes, que generaron inicialmente desconcierto entre los acartonados purpurados y altos funcionarios de la Santa Sede, el Papa analizó las mayores patologías de la maquinaria central de la Iglesia y pidió "reflexión", "penitencia" y confesión", con ocasión del espíritu navideño.
La primera enfermedad que Francisco mencionó es la de "sentirse inmortal e insustituible", sin defectos, privado de autocrítica, que no se actualiza ni trata de mejorar. "Hay que visitar los cementerios para ver los nombres de tantas personas que se consideraban inmunes e indispensables", comentó. "Es la patología del poder", el "complejo de Mesías", agregó.
La segunda, prosiguió el Papa, es la "enfermedad del martalismo", la enfermedad de los que, como Marta en el Evangelio, "se sumergen en el trabajo descuidando la parte mejor, la de sentarse a los pies de Jesús". Y añadió: "Descuidar el reposo lleva al estrés y a la agitación, un tiempo de reposo para transcurrir con los familiares es necesario, como es necesario respetar las vacaciones".
La tercera enfermedad, siguió Francisco, "oes la del endurecimiento mental y espiritual, el corazón de piedra y duro cuello de los que en el camino pierden serenidad interior, audacia y se esconden bajo los papeles convirtiéndose en máquinas de prácticas y no hombres de Dios".
También hizo alusión al "Alzheimer espiritual". Se trata, explicó el Papa, de "una declinación progresiva de las facultades espirituales, que en un tiempo más o menos largo hace a la persona o al grupo incapaz de una actividad autónoma".
Otro vicio es la "rivalidad y vanagloria", vivir en el mundo de las apariencias. En la lista, el Pontífice incluye la "esquizofrenia existencial" de quienes olvidan que están al servicio de personas concretas, que viven una doble vida, se limitan a realizar trámites burocráticos, dependen sólo de sus propias pasiones, caprichos y manías y "construyen a su alrededor muros y costumbres".
"Sanar esa enfermedad tan grave es urgente e indispensable", dijo.
El Papa cambió abruptamente su tono cuando se refirió a los "chismes y la cizaña", invitando a los funcionarios a protegerse de ese "terrorismo" por los destrozos que provoca. Luego abordó las conductas que llevan "divinizar a los jefes", el ser "víctimas del carrerismo y del oportunismo", de pensar "sólo en lo que se debe obtener y no en lo que se debe ofrecer". Otra patología es "la enfermeda d de la indiferencia hacia ylos demás" y la de la "cara fúnebre", ya que considera que el religioso "debe ser una persona amable, serena y entusiasta. Debe transmitir alegría", agregó. "¡Qué bien hace una buena dosis de humor!", recomendó.
Francisco incluyó entre los males de la curia "acumular bienes materiales", la pertenencia "a círculos cerrados" y "la mundanidad y el exhibicionismo".
Papa Francisco