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sábado, 4 de agosto de 2012

«Y me bendijo a mi mare;
y me bendijo a mi mare.
Diez séntimos le di a un pobre
y me bendijo a mi mare.
¡Ay! qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande.
¡Qué limosna tan chiquita,
qué recompensa tan grande!»

¿A dónde vas tan deprisa
sin desirme ni ¡con Dió!?
Me puedes mirá de frente,
que estoy enterao de tó.
Me lo contaron ayer 
las lenguas de doble filo, 
que te casaste hase un més 
y me quedé tan tranquilo... 
Otro cualquiera en mi caso, 
se hubiera echao a llorá, 
yo, cruzándome de brazos 
dije que me daba igual. 
Nada de pegarme un tiro 
ni enredarme en maldiciones 
ni apedrear con suspiros 
los vidrios de tus balcones. 
¿Que te has casao? -¡Buena suerte! 
Vive cien años contenta 
y a la hora de la muerte, 
Dios no te lo tenga en cuenta. 
Que si al pie de los altares 
mi nombre se te borró, 
por la gloria de mi mare 
que no te guardo rencor. 
Porque sin sé tu marío, 
ni tu novio, ni tu amante, 
yo fui quien más te ha querío, 
con eso tengo bastante. 
Y haciendo un poco de historia, 
nos volveremos atrás, 
para recordar la gloria 
de mis días de chaval. 

-¿Qué tiene el niño, Malena? 
Anda como trastornao, 
le encuentro cara de pena 
y el colorcillo quebrao. 
Y ya no juega a la tropa, 
ni tira piedras al río, 
ni se destroza la ropa 
subiéndose a coger níos. 
¿No te parece a ti extraño? 
No es una cosa muy rara 
que un chaval de doce años 
lleve tan triste la cara?... 
Mira que soy perro viejo 
y estás demasiao tranquila: 
¿Quieres que te dé un consejo? 
Vigila, mujer, ¡vigila! 
(Y fueron dos centinelas 
los ojitos de mi mare): 
-Cuando sale de la escuela 
se va pa los Olivares. 
-Y ¿qué es lo que busca allí? 
-Una niña. Tendrá el mismo tiempo que él. 
José Miguel, no le riñas, 
que está empezando a querer. 
Mi pare encendió un pitillo, 
se enteró bien de tu nombre, 
y te compró unos zarcillos 
y a mí un pantalón de hombre. 

Yo no te dije ¡te adoro! 
pero amarré en tu balcón 
mi lazo de seda y oro 
de primera comunión. 
Y tú, fina y orgullosa, 
me ofreciste en recompensa 
dos cintas color de rosa 
que engalanaban tus trenzas. 

-Voy a misa con mis primos. 
-Bueno, te veré en la Ermita. 
Y qué serios nos pusimos 
al darte el agua bendita. 
Mas luego en el campanario, 
cuando rompimos a hablar: 
-Dice mi tiíta Rosario 
que la cigüeña es sagrá, 
y el colorín, y la fuente, 
y las flores, y el rocío, 
y el romero de los montes 
y el bronce de esta campana 
y aquel torito valiente 
que está bebiendo en el río, 
y aquella cinta lejana 
que la llaman horizonte. 
¡Todo es sagrao: cielo y tierra, 
porque too lo hizo Dios. 

¿Qué te gusta más? ¡Tu pelo! 
¡Qué bonito le salió! 
-Pues, ¿y tu boca, y tus brazos, 
y tus manos redonditas, 
y tus pies fingiendo el paso 
de las palomas zuritas? 

Con la pureza de un copo 
de nieve te comparé; 
te revestí de piropos 
de la cabeza a los pies. 
A la vuelta te hice un ramo 
de pitiminí precioso. 
Y luego nos retratamos 
en el agüita del pozo. 
Y hablando de estas pamplinas 
que se inventan las criaturas, 
llegamos hasta la esquina 
cogidos por la cintura. 
Yo te pregunté: -¿En qué piensas? 
Tú dijiste: -En darte un beso. 
Y yo sentí una vergüenza 
que me caló hasta los huesos. 
De noche, muertos de luna, 
nos vimos por la ventana. 
-¡Chis!... Mi hermanito está en la cuna, 
le estoy cantando la nana. 

"Quítate de la esquina, 
chiquillo loco, 
que mi mare no quiere 
ni yo tampoco." 

Y mientras que tú cantabas 
yo, inocente me pensé 
que nos casaba la luna 
como a marío y mujer. 

¡Pamplinas! Figuraciones 
que se inventan los chavales, 
después la vía se impone: 
tanto tienes, -tanto vales. 
Por eso, yo al enterarme 
que llevas un mes casá, 
no dije que iba a matarme, 
sino que me daba igual. 
Mas como es rico tu dueño, 
te vendo esta profecía: 
Tú, cada noche, entre sueños 
soñarás que me querías, 
y recordarás la tarde 
que mi boca te besó. 
Y te llamarás ¡Cobarde! 
como te lo llamo yo, 
y verás, sueña que sueña, 
que me morí siendo chico. 
Y se llevó la cigüeña 
mi corazón en su pico. 
Pensarás: no es sierto nada. 
Yo sé que lo estoy soñando. 
Pero allá en la madrugada 
te despertarás llorando, 
por el que no es tu marío, 
ni tu novio, ni tu amante, 
sino el que más te ha querío: 
con eso tengo bastante. 
Por lo demás, tó se orvía. 
Verás cómo Dios te envía 
un hijo como una estrella. 
Avísame deseguida, 
me servirá de alegría 
cantarle la nana aquella: 

"Quítate de la esquina, 
chiquillo loco, 
que mi mare no quiere 
ni yo tampoco." 

Pensarás: No es sierto nada. 
Yo sé que lo estoy soñando". 
Pero allá en la madrugada 
te despertarás llorando 
por el que no es tu marío 
ni tu novio, ni tu amante, 
sino el que más te ha querío: 
con eso tengo bastante. 

PROFECÍA Rafael de León

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