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sábado, 1 de febrero de 2014

"Atravesamos una época de confusión extrema, de replanteamiento de valores y principios, de reordenamiento social, no exento de traumatismo, y los agentes tradicionales de arrojar alguna luz sobre la humanidad, el pensamiento y el arte, ofuscados en el mismo fango provocado por el capitalismo post-industrial, instalándonos no sólo en la penuria económica, sino más grave aún, en la penuria de la ideología y los valores. Vivimos tiempos de crisis, pero aparte del desmoronamiento de un sistema de producción, algo más, lo intuimos, se tambalea peligrosamente en el fondo del complejo entramado de relaciones sociales y económicas en el que se ha convertido esta humanidad que se percibe a sí misma global, pero que a la vez está más que nunca fragmentada, separada de manera cada vez más irreversible por fronteras tecnológicas, donde el poder se asocia a la velocidad y a la aceleración de las transmisiones de datos. Percibimos las cosas y a las personas como tonalidades sensoriales, unas tonalidades previamente determinadas de manera anónima, impersonal; tras la era de la ideología se estaría imponiendo lo que Perniola llama una especie de sensología.

Al igual que la ideología, “esta sensología ahorra al individuo esfuerzo y responsabilidad, inventiva e independencia”. El arte no escapa a ese desmoronamiento e innumerables debates se plantean al respecto. En elDiscurso sobre el horror en el arte,libro breve que recoge un diálogo entre Paul Virilio y Enrico Baj, el primero teórico de la aceleración y el otro artista y crítico, se deshojan algunos de los matices esenciales de ese malestar.

El formato en el que se presenta esta discusión, al ser oral, es mucho menos farragosa que las ideas que se desarrollan en forma de ensayo, y dota a las reflexiones de una ligereza que no está exenta de lucidez y precisión. Se disfruta en este breve libro la contundencia en las opiniones y de la emisión de unos juicios que resultan esclarecedores. Espeta Virilio: ¿Qué es Babel? Una torre de confusión… En el terreno del arte se ejemplifica de manera más dramática esta homogeneización, entre otras cosas, porque la crítica ha sido relegada, cuando no anulada por completo, de los discursos oficiales, las grandes exposiciones y de cómo se dirige al arte de manera institucional para que no haya sorpresas en las reacciones del público o de cierto sector de la crítica, porque incluso éstas están previstas de antemano.

De alguna manera el arte se anticipó a la new economy de la volatilidad y la re-ubicuidad con su inflación de flujos y valores especulativos, siendo uno de los negocios preferidos para el blanqueo del narco-dinero, convirtiéndose en un campo de ensayo de la realidad económica que ahora nos oprime, el narco-capitalismo, que no tiene que ver necesariamente con el tráfico ilegal de estupefacientes sino con la posibilidad de crear economías paralelas. Sólo así se explica el porqué un publicista como Saatchi se ha erigido en uno de los popes del arte contemporáneo, puesto que en la publicidad está implícita la posibilidad de hacer que cualquier obra se pueda vender en millones de dólares. Warhol fue el precursor de esta tendencia, siendo él mismo, básicamente, un publicista.

Ya nadie se toma la molestia de coger un pincel, se lamenta Virilio. Pintar, en este contexto, se considera un comportamiento inadmisible, casi cobarde. Remata Baj: las imágenes que importan son aquellas que gracias a la técnica resultan espectaculares y en las que la calidad del artista nada tiene que ver. Ya no hay objetos de los que se tenga que hacer propaganda puesto que la publicidad es, al mismo tiempo, producto y propaganda. La publicidad en realidad no publicita nada, se autocelebra. De cualquier objeto emana un halo de fascinación, lo que contradice las tesis de Walter Benjamin respecto de la pérdida de aura del objeto artísitico…
Ese estatus “aúrico” del arte ahora se comparte con los gadgets electrónicos de última generación o con cualquier producto que despierte el deseo del consumidor. Y lo peor es que este sistema resiste cualquier ataque. El arte moderno y el arte contemporáneo han sido criticados por multitud de pensadores y filósofos, la lista es larga y compuesta por ilustres nombres respaldados por el rigor, pero esas críticas no hacen mella en el impulso globalizador del arte que parece irreversible, puesto que muestran la capacidad de asimilación de la crítica, generando la sensación de (falsa) libertad, ya que viene a decir que existen espacios, aunque perfectamente delimitados, para la disidencia que es asimilada como parte de la misma dinámica.
 Al respecto comenta Virilio: “Al que ataca al arte moderno se le considera un nostálgico, un conservador. Se rechaza la crítica, cuando la crítica es el motor del arte y de toda verdadera renovación”. Esto mismo provoca que impere una estética de lo políticamente correcto, cuyo paradigma es la publicidad, y ese mismo criterio acaba por aplicarse del mismo modo al arte, lo que redunda negativamente en la fabulosa diversidad que en principio se le presupone.

 La originalidad y la disciplina vienen siendo valores en extinción, primando una nebulosa de sucedáneos ligados a la sociedad del espectáculo, el narcisismo y la imagen, con el triunfo absoluto de la fotografía sobre las otras disciplinas del arte, puesto que la fotografía al ser digital goza de la instantaneidad en la transmisión de pixeles, y en esta new economy, el pixel es dinero, equiparando el ansia de coleccionismo de imágenes fotográficas al realismo burgués del siglo XIX.

 La captación digital es la nueva técnica que revaloriza la fotografía, que a su vez genera los nuevos sistemas de transmisión digital de la imagen, pensados para llenar a gran velocidad el vacío cerebral. Vacío que en los últimos tiempos se ha traducido en un vacío espacial, estando concebidos los museos modernos en torno a la estructura arquitectónica más que alrededor de las obras de arte exhibidas.

 Dice Baj, “si el horror económico es el capitalismo global, el horror estético es el museo global” Virilio insiste en la relación entre publicidad y arte contemporáneo: en el arte la democratización es la cultura pop, que es el supermercado del arte. La cultura pop es como la publicidad, como el cartel publicitario de una cerveza o del McDonald’s. Concluye: La cultura pop es una mierda…"

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