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viernes, 17 de abril de 2015

"-¿De qué modo repercute este siglo XVIII en América?

-Muchísimo. Como ocurrió en España, estas ideas [del Iluminismo] no cambiaron para bien. Lo que tendría que haber sido una revolución para liberar de verdad a los pueblos americanos no sirvió más que para que una clase se hiciera con el poder y lo mantuviera sobre América. Nunca ha habido allí una revolución sino un cambio de poder, de los españoles a los criollos, y de los criollos a los que fueron sucediendo. La historia de América, como la de España, es una triste historia de posibilidades frustradas. Y también son historias de incultura. Antes teníamos excusa, antes el pueblo era inculto porque no tenía más remedio ni medios para ser culto. Entre el trono, el altar y los poderes nos mantenían analfabetos, esclavizados y sin criterio político. Ahora hay Internet, hay periódicos, la educación es obligatoria. Ahora, el que se pone a ver la televisión y ve un culebrón o el que coge un diario deportivo y no un libro es porque quiere. Hoy el analfabeto es quien quiere serlo. Cuando ves eso, pierdes la compasión.

" -Es un tipo de mujer la que me interesa particularmente para las novelas: esa mujer que tiene una lucidez especial. Es algo muy de mujer, hasta las tontas la tienen, lo que pasa es que no lo saben, y las listas, sí. La mujer tiene una mirada, por razones de tipo genético, biológico, histórico, social y una perspicacia de la que el hombre carece. El hombre tiene que hacerse una biografía; la mujer viene con la biografía ya hecha. Esa lucidez que admiro mucho y desarrollo, estudio y trabajo en mis novelas, aquí está en Madame Dancenis. Llevé mi mirada al siglo XVIII, a esos salones donde las mujeres de clase alta reunían a la sociedad, participaban de tertulias filosóficas, ayudaban a pensadores, músicos, filósofos. Son las mujeres que pasaron a la historia como mecenas y foco cultural de su tiempo. A ellas las he resumido en una sola."

-Estos hombres buenos son peligrosos: "Sólo hay algo a lo que los hombres con cargos públicos, del rey al ministro, temen más que la educación de sus súbditos: la pluma de los buenos escritores", dice uno de sus personajes.

-Y si ocurriese en el futuro, se podría agregar en ese grupo a los periodistas valientes. Eso en la Argentina y en España lo sabemos muy bien. A veces se pagan precios muy altos. Cuando empecé, tenía dieciséis años y quería ser periodista e iba a un periódico de Murcia, La verdad, a hacer colaboraciones. Un día me mandan a entrevistar al alcalde de Cartagena. Le dije que me daba miedo hacerlo mal, que era un chaval? Y ese periodista me dijo: "Mira, cuando lleves un bloc y un bolígrafo, el único que tiene que tenerte miedo es el alcalde a ti".


Arturo Pérez-Reverte


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