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domingo, 24 de marzo de 2013

" Los escritores buscan en los críticos un alter ego, ese otro yo más inteligente que él mismo, que se ha dado cuenta de dónde quería llegar, y que le juzga tan sólo sobre la base de si ha alcanzado o no el objetivo.[...] Pero lo que él, el escritor pide, es imposible.[...] No le es posible a los críticos y comentaristas proporcionar lo que ellos mismos pretenden y los escritores desean tan ridícula e infantilmente. Eso se debe a que los críticos no han sido educados en tal sentido. Su entrenamiento va en dirección opuesta. Todo empieza cuando el niño tiene apenas cinco o seis años, cuando entra en la escuela. Empieza con notas, calificaciones, premios, “bandas”, “medallas”, estrellas y, en ciertos lugares, hasta galones. Esa mentalidad de carrera de caballos, ese modo de pensar en vencedor y en vencidos, conduce a lo siguiente: ”
El escritor X está o no unos cuantos pasos por delante del escritor Y. El escritor Y ha caído más atrás. En su último libro, el escritor Z ha rayado a mayor altura que el escritor A”. Desde el principio, se entrena al niño a pensar así: siempre en términos de comparación, de éxito y de fracaso. Es un sistema de desbroce: el débil se desanima y cae. Un sistema destinado a producir unos pocos vencedores siempre compitiendo entre sí. Según mi parecer, el talento que tiene cada niño, prescindiendo de su coeficiente intelectual, puede permanecer con él toda su vida, para enriquecerlo a él y a cualquier otro, si esos talentos no fueran considerados mercancías con valor en un juego de apuestas de éxito. Otra cosa que se enseña desde el principio es a desconfiar del propio juicio. A los niños se les enseña sumisión a la autoridad, cómo averiguar las opiniones y decisiones de los demás y cómo citarlas y cumplirlas."

Doris Lessing
 Premio Nobel de Literatura 2007
Ecuaderno dorado

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