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lunes, 20 de junio de 2011

" Petrona, con el libro y con las clases de televisión, había creado una especie de 'Petronalandia', una Disneylandia doméstica. Hace poco, un amigo me decía que, cuando sus padres se peleaban, él se refugiaba en el cine. Yo me ponía a hojear el libro de Petrona. Hojearlo me inspiraba tanto o más que mirar un número de Radiolandia . Si hubiera podido hacer un decorado con esas láminas, lo habría hecho y habría caminado dentro de tortas monumentales. Una vez, cuando era chico, cociné una de dulce de leche y chocolate, el 'Arrollado Caruso', creo. Me salió mal y, además, a mi familia no le gustó que yo me dedicara a tareas femeninas, así que todos me condenaron".

" Todo es una ilusión. Petrona introdujo en la cocina un mundo onírico. Por eso, me hace acordar a Walt Disney. La primera vez que visité Disneylandia tuve la impresión de que me habían hospitalizado, de que hubiera vuelto a la infancia, pero medicada; como si a un chico le hubieran dado ácido lisérgico y lo hubieran metido en una clínica norteamericana para locos. Esas vueltas regresivas a la niñez tienen algo de una internación por delirio. El ama de casa de aquellos años, los de mi niñez, era una figura psiquiátrica más que sociológica. Me acuerdo del furor con que mis tías limpiaban las cacerolas o batían la mayonesa. Limpiar y cocinar era un desahogo. La locura se combatía con Puloil y una batidora. (Petrona no quería que se batieran los huevos con un tenedor.) Mis tías habían emprendido una guerra feroz contra los yuyos que les invadían el gramillón del jardín. Los arrancaban con las manos y con una rabia que no sólo era botánica. Las veía y sentía que las amas de casa caminaban por el borde de un precipicio."

"Pero, con la televisión, se instaló ese melodrama argentino que fue la relación de Petrona y Juanita, su asistente, que no abría la boca y ni siquiera miraba a cámara, los ojos siempre bajos, de expresión sufrida, apagados. Nunca sonreía. En mi barrio, todos discutían si Juanita sufría o no sufría, si se sentía humillada o si aceptaba sin problemas ese papel de sombra. Yo tengo mi propia teoría. Creo que Juanita la hacía sufrir a Petrona, porque a veces Juanita se retobaba y perdían tiempo. Como el programa se hacía en vivo en aquella época, se corría el peligro de no terminar la receta a hora. A mí me angustiaba ver que los minutos pasaban y faltaba mucho para que terminaran un plato. En realidad, las dos encarnaban dos figuras bastante patrias, el 'ama' y la 'servidora' criollas. 'Patria Petrona.' Con toda la novedad de la televisión, representaban una comedia, o un drama, en el que había una tradición por respetar."

Además, estaban las cosas cómicas de mi propia casa. Por ejemplo, lo que pasaba con los dientes de mi abuela. Como ella los había perdido todos y no había querido ir al dentista, le pusieron una dentadura cualquiera, la primera que encontraron, y claro, mi abuela estaba siempre con una sonrisa fija en la cara, porque la dentadura no era de su medida y la boca no le cerraba. Mi abuela era sensacional. Cuando la saludaban y le preguntaban cómo estaba, ella respondía: 'Esperando las cuatro tablas'. Las cuatro tablas era el cajón con que la iban a enterrar. Yo me retorcía de risa cuando salía con esas cosas. A veces, para entretenerla en la cocina, le daban una papa y le decían que la pelara, y ella le daba la forma de un muñeco tremendo, siniestro."

Arias y la patria petronista

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